Yo te enseño mi cromo y tú me enseñas
el tuyo.
Un niño y una niña. Ella lleva un gorro de colores y un abrigo de lana, largo hasta los pies; un abrigo azul marino con el cuello muy bien abrochado. Lleva un taco de cromos en el bolsillo, sus favoritos. Él está en la penumbra, apenas se ve el brillo de sus ojos cuando pestañea. Hay cuarto creciente, la luna avanza hacia la luna llena. Hay una luz azul que mezcla los perfiles, aún no permite ver donde estamos. Sombras azules en algún lugar. Dos niños intercambian cromos en algún lugar que degrada azules...
Se hace de día, el niño no está, nunca hubo un niño, era una sombra, una ilusión macabra, un espejismo lunar. Los cromos que la niña guardaba en el bolsillo eran cartas heredadas; artículos, sustantivos inventados hace mucho tiempo. Él, los, no existe. Ella juega al solitario y no aprende, siempre olvida, no sabe ganar, no le importa; sólo jugar, sólo olvidar. No existe el azul a la luz de la mañana, eso también se debe olvidar.
Un niño y una niña. Ella lleva un gorro de colores y un abrigo de lana, largo hasta los pies; un abrigo azul marino con el cuello muy bien abrochado. Lleva un taco de cromos en el bolsillo, sus favoritos. Él está en la penumbra, apenas se ve el brillo de sus ojos cuando pestañea. Hay cuarto creciente, la luna avanza hacia la luna llena. Hay una luz azul que mezcla los perfiles, aún no permite ver donde estamos. Sombras azules en algún lugar. Dos niños intercambian cromos en algún lugar que degrada azules...
Se hace de día, el niño no está, nunca hubo un niño, era una sombra, una ilusión macabra, un espejismo lunar. Los cromos que la niña guardaba en el bolsillo eran cartas heredadas; artículos, sustantivos inventados hace mucho tiempo. Él, los, no existe. Ella juega al solitario y no aprende, siempre olvida, no sabe ganar, no le importa; sólo jugar, sólo olvidar. No existe el azul a la luz de la mañana, eso también se debe olvidar.
Comentarios
Publicar un comentario