Un día le encontré allí escondido; dijo que nunca más saldría. Él cumple sus promesas. Siempre he creído de principio a fin cualquier cosa que me ha dicho. Nunca, jamás, miente.Toda la vida he sentido la seguridad de saber a qué atenerme, por él. El mismo día en que yo, como los otros niños de mi edad, juré acercarme más a Dios; dijo que sacaría los ojos a todas mis muñecas. Afortunadamente, yo sólo tenía dos nenas rubias muy formales; unas silenciosas e inmóviles gemelas. Mis "rubitas", que lucían sendos vestidos del color del cielo, de una semejanza terminante a su cristalina, indefinida e inalterable mirada. Él siempre cumple sus promesas. El tesoro de esas cuatro canicas azules fue suyo; esos dos pares de redonditas e inertes bolas cayeron sin otra posibilidad que la de rodar.Terminó rápido con la cirugía, dejándome un hospital de invidentes crónicas que olvidar en mi armario de juguetes. Mi peor pesadilla y no la última, sucedió una larga, intranquila y oscura n