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Mostrando entradas de diciembre, 2012

Eléctricos

Hoy mis dedos han amanecido eléctricos y se cargan al menor roce. Exaltados, le han gritado a mi lengua que no se demore, que esboce tu boca. Minuciosos, dibujan tu piel de tímidos trazos, de espirales lentas e insinuantes que te van intuyendo. Hipnotizados, se entretienen sin apenas presionar; aún algo desorientados, vacilantes, a la espera de la segura e indiscutible llamada. Estos desordenados y galvánicos apéndices, solos o en compañía de otros, se impacientan llegando a tu preciosa visera, se agitan cuando interpretan que sólo queda dejarse caer, resbalar y de ahí... Entonces, rubrican tu pelo de un movimiento rápido, y el aire se inflama, y encendido empieza a inventarte; celebra que arremete, y que por fin te abate. Ríndete, hoy estás perdido. Por que mis dedos no entienden de kilómetros imposibles, de abismos en el tiempo, de diabólicos silencios. Ellos recuerdan mucho mejor que yo; te imaginan mejor que tú, y se crecen con el ansia. Como una brújula extraviada han pers

Número primo

Imposible también lo contrario. Como siempre. Hemos llegado a un callejón sin salida. Tú ganas, o eso crees. Ojalá sepas por qué has querido que lleguemos aquí, espero que tengas un plan. Sólo un no, sabes que es de cobardes. El viaje de vuelta lo harás solo y tendrás que ir más rápido de lo que hayas podido imaginar. El tiempo contará más deprisa, tus piernas ya no sabrán cómo aguantar el peso de arrastrarme. Piensa si algo significa algo. Tendrás que regresar. No sé en qué me habré convertido; seguro que entonces tampoco seré una geisha. Algún día tu boca querrá decir algo más... ¡Qué las llamaradas y el silbar del oxígeno no apaguen tu voz! Para entonces tú serás sólo una imagen más, sin significado, una carta sin marcar en la baraja. Deseo que entonces alguien te escuche, que alguien quiera conocer tu historia. No será la mía. No lloraré. Mis ojos sólo verán un horizonte tan estéril como ajeno.

¿Quién alumbra las calles?

Hay una calle estrecha que termina en un callejón oscuro, una ventana alumbra los ladrillos más cercanos; perfiles naranjas que calientan la mirada si uno pone atención. Si esto sucede, hay una respiración que boquea al otro lado; una mujer gesticula y no hay interlocutor. Hay una mujer estrecha que termina en una ventana que alumbra, hay una calle oscura que calienta la mirada. Si esto sucede hay unos perfiles naranjas que boquean al otro lado, los ladrillos cercanos gesticulan; si uno pone atención ya nadie respira, no hay interlocutor.

Tristeza

A veces la tristeza se queda, se instala. Ves como guarda sus calcetines en el cajón, el cepillo de dientes en el baño. Cuando se hace demasiado grande y amenaza con desbordar por puertas y  ventanas, transformándolo todo en una melancolía sin noches... Yo, la doblo en pedazos cada vez más pequeños y me acuesto a descansar sobre ella, sin prisa, hasta que los pliegues de mi oreja la marcan y le recuerdan que soy yo quién siento, quién la siento y sin mí, no es nada.

Rutinas

Hace tiempo creí que solo me pasaba a mí, soy lo que vulgarmente se llama un culo inquieto; necesito cambiar de rutina, básicamente, para echar de menos la anterior. Ahora creo que se llama "alienación", vamos que me siento como Alien en la Nostromo. Se ve que alguien, alguna vez se ha puesto en su lugar y realmente... Mala sombra el pobre bicho y encima, de entre todos los humanos encontrarse con Ripley. Bueno, pues parece ser que esto de la alienación es muy humano. Ha llegado el momento en que, cada vez con más frecuencia, sueño despierta con poder volver a mi primera rutina, desenredando el hilo, veo que es la que andaba buscando, la que más me conviene. Y ahora, si no fuera por que mi madre es pequeña y a su edad no es recomendable cargar, no dudaría en volver a chuparme el dedo todo el día sin preocuparme si me deformo el paladar, y dormir flotando con mi perfecta cara de imbécil, alucinando con cada primer sonido en un limbo perpetuo, sin explicaciones. Quiero bucear

El otro

Hay algo que pelea por salir. A ratos me arrastra, y si me abandono, me eleva. Mi piel se estira hasta lo imposible por contenerlo. Busca mi impaciencia, la puerta de mis deseos para salir y amarme; tumbarme de anhelo, robarme el oxígeno y envolver mi cerebro. Duerme un rato, descansa, desaparece. No es el momento de atravesar la espesa bruma. Siento el frío y la humedad como cuchillos de hielo hundiéndose despacio en mi piel, rasgando con furia mi carne, y disti ngo cada uno de los cristales de sal ahogando las visiones de lo perfecto. No me confundes, y no seré yo quién ahora me traicione. Vete, persigue lo posible en cuerpos impacientes. Es desasosiego, es cobardía; más, es terror. No lo niego. Sólo puedo decir que no. Aún no puedo, más que apenas, esbozar la tibia oscilación de tu aliento.

Un juego inocente... un invento, nada.

Yo te enseño mi cromo y tú me enseñas el tuyo. Un niño y una niña. Ella lleva un gorro de colores y un abrigo de lana, largo hasta los pies; un abrigo azul marino con el cuello muy bien abrochado. Lleva un taco de cromos en el bolsillo, sus favoritos. Él está en la penumbra, apenas se ve el brillo de sus ojos cuando pestañea. Hay cuarto creciente, la luna avanza hacia la luna llena. Hay una luz azul que mezcla los perfiles, aún no permite ver donde estamos. Sombras azules en algún lugar. Dos niños intercambian cromos en algún lugar que degrada azules... Se hace de día, el niño no está, nunca hubo un niño, era una sombra, una ilusión macabra, un espejismo lunar. Los cromos que la niña guardaba en el bolsillo eran cartas heredadas; artículos, sustantivos inventados hace mucho tiempo. Él, los, no existe. Ella juega al solitario y no aprende, siempre olvida, no sabe ganar, no le importa; sólo jugar, sólo olvidar. No existe el azul a la luz de la mañana, eso también se debe olvidar.