Recuerdo una vez que no fui a Nueva York. No fui con él. No fui entonces y después, nunca se sabe. Cuando no fui a Nueva York, yo era "importante" en una empresa internacional de la gran telaraña y estaba llena de entusiasmo. Era parecida a como soy hoy (sólo la mitad de parecida) y "pertenecía": formaba parte de "El equipo de lanzamiento". Entonces yo parecía muy inocente, aunque no tanto como para creerlo muy en serio. Era simpática e imprescindible como un pegamento transparente de secado rápido, tan imprescindible como la tapa del piano que puede caerte en cualquier momento mientras practicas. Nunca se sabe. Todo era emocionante entonces, casi onírico, una esclavitud perfecta y planetaria tras ganar un poker llamado proceso de selección. Era una esclava que movía el aire por los pasillos y eso creo que sí lo sabía. No tenía nada que perder. Nada era tan poco, que temía perderlo todo. Yo tenía aquello en aquel momento y aquello era todo. Parec