Ir al contenido principal

Algunos muertos viven en paradero conocido

Recuerdo una vez que no fui a Nueva York.
No fui con él. No fui entonces y después, nunca se sabe.

Cuando no fui a Nueva York, yo era "importante" en una empresa internacional de la gran telaraña y estaba llena de entusiasmo. Era parecida a como soy hoy (sólo la mitad de parecida) y "pertenecía": formaba parte de "El equipo de lanzamiento". Entonces yo parecía muy inocente, aunque no tanto como para creerlo muy en serio. Era simpática e imprescindible como un pegamento transparente de secado rápido, tan imprescindible como la tapa del piano que puede caerte en cualquier momento mientras practicas. Nunca se sabe.

Todo era emocionante entonces, casi onírico, una esclavitud perfecta y planetaria tras ganar un poker llamado proceso de selección. Era una esclava que movía el aire por los pasillos y eso creo que sí lo sabía. No tenía nada que perder. Nada era tan poco, que temía perderlo todo. Yo tenía aquello en aquel momento y aquello era todo.

Parecía ser una mujer indefensa a la que alguien regala rosas por su cumpleaños. Tan inocente como siempre, no tanto como para creerlo demasiado en serio. Aún debía aprender muchas cosas importantes, y alguien debía decírmelo, cuanto antes; era preciso. Hice como que escuchaba y tomaba nota, porque nunca se sabe.

Hoy sé que Nueva York está aún allí, muy cerca de Montauk. Hoy ya no están las Twin y él tampoco está ya (está en un paradero conocido, tan lejos de mí como Nueva York, quizá tanto como las Twin). No sé si él sabe algo de Montauk, no sé si ha escuchado que tiene un faro y, a veces, un monstruo varado en la orilla y, puede que cuando vaya vea a su padre tocando el piano y a su otro padre vistiendo un kimono, (puede que este sea el mismo que toca el piano y entonces el otro padre, el de las gafas, estará podando las rosas).

Yo ahora mismo estoy en algún sitio en el que puedo estar, que es casi cualquiera, llevo una gran zona cero menguante en alguna parte y viajo a veces a Montauk. Él nunca está allí. Hoy me levanto la primera y hago mutis. Soy la primera en salir de la sala, a veces hasta doy un portazo, suave (eso es en mis sueños).

Hoy puedo escuchar Eels y escribir, esperar que mi hijo vuelva del colegio y que a mi hija le baje la fiebre. Nada me espera hoy, que soy tan inocente como para empezar a creerlo.

Pienso en sálvese quien pueda.Todos los días no voy a Nueva York, pero me salvo, y no escucho las verdades que otros tienen para mi: nunca lo hice, no lo hice en serio. Hoy aprieto los dientes para no interpretar los silencios y, a veces, me agoto (creo que es difícil conseguirlo). Me voy salvando, aquí, en mi paradero conocido, porque soy terca y buena escapista.

La próxima vez que no vaya a Nueva York, sabré que nadie me necesita; torres mas altas aún no han caído, pero nunca se sabe. Y puede que un día vaya, puede que vaya a Montauk y me deje caer por Nueva York, (sí, puede que me pase por allí, y puede que entonces él sí esté). Quizá charlemos (nunca se sabe) y puede que no recordemos que aquella vez yo no fui.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Tinta

Hay a quien aterra la hoja en blanco... Negra como el ala de un cuervo... Negra es la incertidumbre, espesa y negra la tinta de esa ingente maraña que se arremolina y vuela errante entre las curvas alteradas de mi cerebro confundiendo mi cordura. Letras de noche, bestial y demente la pesadilla que fluye incontenible con aquello que no se puede sujetar. Mudas y sucias historias informes desbordan a borbotones el hueco infinito; pluma oscura que no consigue cerrar los pesados parpados del día. La amable locura se agolpa ingenua. Sin duda, lo conocido, el espectro del insondable océano de monstruos, es lo que debo aprender a ahuyentar. Sí, quizá entonces yo también tema la hoja en blanco, será ese el día en que vuelen ligeras mis pesadas extremidades cargadas de espesa tinta. Habrá llegado el ligero día con rumor de sábanas blancas que, lentas, se deslicen y arropen las limpias líneas cursivas que pueda temer no hallar.

Todo parecido con la ficción es pura coincidencia

Si escucharas a la bestia... No entiendo de qué me estás hablando, no sé si aún arrastras frases con sentido o sólo reverberan tus palabras rebotando asustadas en las elásticas paredes de mi cuarto. Algo sobre el miedo y la imposibilidad de mantener en calma mi mente, de poderla guardar en un lugar seguro y conocido. Algo de eso entiendo, sí, de verdad lo entiendo, aunque en este momento sólo puedo fijar mi atención en el lugar donde siento, el lugar llamado Tus dedos. De verdad, intento seguir el hilo de tu pensamiento, permanecer aquí y no distraerme. Puede que me hables a mí o quizá sean excusas y, no sé si me importa pero, también siento que me voy una y otra vez distraída tras tu huella, esa pluma grabada de líneas curvas que se cruzan me encontró hace tiempo. Tu índice relajado alrededor de mi ombligo peina a contrapelo, rozando apenas (sé que con fingido descuido) mi piel. Tienes que saber que ha sido él quien ha hecho que se dispare mi pulso y ahora me arrastra a un l