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El Maquis

Los pies aguardan enterrados en esta humedad inclemente. La gorra vieja, ya de un color imperceptible y que apenas cubre mi cabeza, salpica de arroyos mi rostro. Aún conservo la única blusa de los domingos que a jirones ha ido destapando brazos y espalda. Mi pecho, despellejado por las enconadas astas, arde a la costumbre de la intemperie. Hoy siento el estómago amargo y atrofiado, vacío de bayas y raíces, mientras espero escondida en un inútil silencio bajo esta obstinada lluvia fronteriza. Soy guardián del fuego en un mundo extinto.

Ya fue... fue el final de la guerra, el final..., hace tiempo..., hace mucho...

Fue el hastío en sus ojos,  la mirada, el  fugaz y nervioso desvío, la derrota en la frente... mi compañero... Fue entonces cuando se perdió, es ahora cuando lo  recuerdo. Tarde, sí, tarde. Hoy por fin comprendo..., lo entiendo todo..., fue hace tiempo...

Necesito excusarme en el arrebato de la confusión; puse manos a mis ojos, arropé mis oídos rotos por el estallido del tedio.

Perder guerras perdidas, que los demás ni recuerdan.
Mientras, otros brindan al año nuevo sus promesas.

Hoy puedo oírlo, llega a mis oídos el lejano rumor de canciones nuevas, la acre andanada de la fiesta, la marcha sin remedio de los días, el fin sin principio de mi revolución.

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Tinta

Hay a quien aterra la hoja en blanco... Negra como el ala de un cuervo... Negra es la incertidumbre, espesa y negra la tinta de esa ingente maraña que se arremolina y vuela errante entre las curvas alteradas de mi cerebro confundiendo mi cordura. Letras de noche, bestial y demente la pesadilla que fluye incontenible con aquello que no se puede sujetar. Mudas y sucias historias informes desbordan a borbotones el hueco infinito; pluma oscura que no consigue cerrar los pesados parpados del día. La amable locura se agolpa ingenua. Sin duda, lo conocido, el espectro del insondable océano de monstruos, es lo que debo aprender a ahuyentar. Sí, quizá entonces yo también tema la hoja en blanco, será ese el día en que vuelen ligeras mis pesadas extremidades cargadas de espesa tinta. Habrá llegado el ligero día con rumor de sábanas blancas que, lentas, se deslicen y arropen las limpias líneas cursivas que pueda temer no hallar.

Todo parecido con la ficción es pura coincidencia

Si escucharas a la bestia... No entiendo de qué me estás hablando, no sé si aún arrastras frases con sentido o sólo reverberan tus palabras rebotando asustadas en las elásticas paredes de mi cuarto. Algo sobre el miedo y la imposibilidad de mantener en calma mi mente, de poderla guardar en un lugar seguro y conocido. Algo de eso entiendo, sí, de verdad lo entiendo, aunque en este momento sólo puedo fijar mi atención en el lugar donde siento, el lugar llamado Tus dedos. De verdad, intento seguir el hilo de tu pensamiento, permanecer aquí y no distraerme. Puede que me hables a mí o quizá sean excusas y, no sé si me importa pero, también siento que me voy una y otra vez distraída tras tu huella, esa pluma grabada de líneas curvas que se cruzan me encontró hace tiempo. Tu índice relajado alrededor de mi ombligo peina a contrapelo, rozando apenas (sé que con fingido descuido) mi piel. Tienes que saber que ha sido él quien ha hecho que se dispare mi pulso y ahora me arrastra a un l