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Despeinado o buscando caballos.


Desprovista; de cosas comunes, útiles. Absolutamente desprovista de lo habitual.  ¿Los caballos?
Por algún sitio hay que empezar...

Una iluminación, como Elling, una iluminación como tantas otras. Iluminaciones pequeñas, centellas, pequeñas chispas, el progreso, el posible, el único, el propio; el spin que ahí está, se revela o no.

Esto era todo. ¡Joder!

Despeinado y la escuela del riesgo, los "Dangerous". Despeinado me da la mano, me tira migas en el camino como a una niña perdida. Perdida no, querida; un yo lejano, para que no se pierda. Me lleva despacio. Yo también nací despeinada, supongo que calva, pero despeinada. Despeinado no es sólo gracioso, no sólo; es Único. No está, es: Despeinado.

Atardeceres... Rutinas felices, andando y corriendo. Sola.

Vuelta uno: único, está todo contenido ahí. La belleza; la clave de todo, yo no soy capaz de descifrarlo. ¿A quién le importa? A veces, ni a mí me importa.
 
Vuelta dos: tras muchos pasos, contando casi un kilómetro, 900 metros aproximadamente. Da igual. ¿A quién le importan los metros, las vueltas? Y el atardecer, Nuevo, deviene a primarios hacia el cián y el rojo. Único. Se van calentando los músculos. ¿Y las ampollas? No sangra.

Vuelta tres: sería capaz de no escuchar bien una radio que hipa hasta la eternidad... Estoy jodida del cerebro; ¿me estimula la cacofonía del buffering? Soy rara. ¿Vuelta tres o dos? La nube de mosquitos, otra vez, en enero. ¡Joder! Raro. Un cadaver, la historia de un cadaver... ¡Qué obvio, tarada! No, por ahí no. A mí que coño me importa un cadaver, ¿A quién le importa? A su familia, supongo. ¿Morbo? Desprovista. ¿Cómo se escribe cadaver? ¿Por qué lo subraya en rojo el corrector automático? Ahora la belleza ha girado para mí unos cuantos grados, está a mi espalda según lo veas antes o después de doblar la esquina (no hay esquina en un descampado ¡tarada!)

Vuelta cuatro: o dos, o tres, perdí la cuenta, ¿La llevé? ¡Qué importa! Días que no escribo. Me siento bien. Estoy tranquila. Extraño la euforia y la depresión. Soy una tarada; no estoy, soy. Calva, despeinada y tarada. Y Desprovista.

Sin ambición. Ahora, un ser humano en llamas sofocado.  El atardecer enfila la noche en grises de hollín. Único.

A la mierda. Esto es un ejercicio de dedos (me justifico). Lo necesitaba. Necesitaba escribir, sólo por escribir; la bestia se ha dormido o se ha ido (jaja) y... mal, pero escribo. Con el tiempo haré (verbo prohibido) cosas mejores, pero después de días que no escribía, te lo debo, por las migas. Soy Desprovista, tarada, ...,  pero no ciega, ni desagradecida.

¿Te doy las gracias? Sí, mejor seguir buscando caballos.


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Tinta

Hay a quien aterra la hoja en blanco... Negra como el ala de un cuervo... Negra es la incertidumbre, espesa y negra la tinta de esa ingente maraña que se arremolina y vuela errante entre las curvas alteradas de mi cerebro confundiendo mi cordura. Letras de noche, bestial y demente la pesadilla que fluye incontenible con aquello que no se puede sujetar. Mudas y sucias historias informes desbordan a borbotones el hueco infinito; pluma oscura que no consigue cerrar los pesados parpados del día. La amable locura se agolpa ingenua. Sin duda, lo conocido, el espectro del insondable océano de monstruos, es lo que debo aprender a ahuyentar. Sí, quizá entonces yo también tema la hoja en blanco, será ese el día en que vuelen ligeras mis pesadas extremidades cargadas de espesa tinta. Habrá llegado el ligero día con rumor de sábanas blancas que, lentas, se deslicen y arropen las limpias líneas cursivas que pueda temer no hallar.

Todo parecido con la ficción es pura coincidencia

Si escucharas a la bestia... No entiendo de qué me estás hablando, no sé si aún arrastras frases con sentido o sólo reverberan tus palabras rebotando asustadas en las elásticas paredes de mi cuarto. Algo sobre el miedo y la imposibilidad de mantener en calma mi mente, de poderla guardar en un lugar seguro y conocido. Algo de eso entiendo, sí, de verdad lo entiendo, aunque en este momento sólo puedo fijar mi atención en el lugar donde siento, el lugar llamado Tus dedos. De verdad, intento seguir el hilo de tu pensamiento, permanecer aquí y no distraerme. Puede que me hables a mí o quizá sean excusas y, no sé si me importa pero, también siento que me voy una y otra vez distraída tras tu huella, esa pluma grabada de líneas curvas que se cruzan me encontró hace tiempo. Tu índice relajado alrededor de mi ombligo peina a contrapelo, rozando apenas (sé que con fingido descuido) mi piel. Tienes que saber que ha sido él quien ha hecho que se dispare mi pulso y ahora me arrastra a un l