Lo único que hay entre nosotros es la distancia que nos separa.
Algo se quebró. Hubo un fuerte estallido; exagerado, demencial, incongruente con la frágil rama que pisamos y que cedió con insólita violencia vencida por aquel estrepitoso silencio. El suave sonido que cabía esperar de un tallo tierno se tornó desmedido, empezó a elevarse con furia, arañando sin control las paredes de nuestra urna, esa envoltura de humo y miedo que habíamos construido al escondernos. La rama quebrada no entendió las palabras que ya no sabíamos encontrar. Los confines de aquel espacio, se mostraron perfectos en la acústica del dolor. La mezcla evanescente que hasta aquel instante era sombra apacible, mudó de pronto en una materia nueva, de la factura de un cristal fino, firme y sonoro, perfectamente envolvente, sin fisuras que permitieran dejar escapar el más penetrante grito. No lo esperábamos, no era el fin para el que lo creamos. ¿Cómo pudo suceder? Quiero, quiero creer... quiero creer en algún día..., otro (el día que aún no existe), el día en que pod...
Bueno, querida Elena, hemos estado las dos inspiradas al publicar sendos aforismos (o algo así) cortos e intensos y bajo el mismo título (yo he usado un sinónimo).
ResponderEliminarQué cierto es. La distancia entre dos personas puede ser tan grande o tan ínfima como deseemos.
Besicos
La distancia siempre es entre dos, tan corta o tan larga como obligue el único paso. A veces (quizá siempre), sólo podemos mantener de forma obstinada la conciencia de esa corta distancia para no terminar por olvidarnos o precisamente para olvidar la posibilidad de el paso "único".
ResponderEliminarUn beso, Mª José, único ;)
ResponderEliminar¿Los motivos para dar o evitar ese paso único no son en sí mismos algo que separa?
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